Misión: Limpieza de la costa del Levante (18/05/2025 – 01/11/2025)
Preparando el Mediterráneo para el desove de las tortugas marinas
La misión de limpieza de la costa del Levante llevada a cabo entre el 18 de mayo y el 1 de noviembre de 2025 fue, sin duda, uno de los mayores retos y aprendizajes para Turtles for the Future. No se trató solo de retirar basura o mejorar el aspecto del litoral: Trabajamos con un objetivo más profundo y estratégico, asegurar que las playas mediterráneas estuvieran preparadas para recibir a las tortugas en su temporada de desove. Pocas veces un proyecto había requerido tanta coordinación, análisis y compromiso por parte de nuestro equipo y de los cientos de voluntarios que se unieron durante estos meses.
Un comienzo marcado por la urgencia
El 18 de mayo iniciamos las primeras inspecciones oficiales. Recorrimos desde Vinaroz hasta Águilas, pasando por playas de Castellón, Valencia, Alicante y Murcia. Era un tramo costero enorme, diverso, a veces difícil de acceder, pero imprescindible para la protección de las tortugas mediterráneas que cada verano buscan playas tranquilas y limpias donde depositar sus huevos.
Ese primer día encontramos de todo: Bolsas enterradas en la arena, restos de aparejos de pesca, microplásticos acumulados por las corrientes, latas, botellas, escombros, envases de productos de limpieza… y, en zonas más aisladas, incluso redes fantasmas arrastradas por el oleaje. La urgencia era evidente. Si una tortuga hubiera intentado desovar en esas condiciones, probablemente hubiera desistido o se habría visto obligada a elegir un lugar menos adecuado.
Sabíamos que teníamos que actuar rápido y con precisión. Las tortugas no esperan, y cada semana perdida podía significar un nido menos.
Organizando el operativo: Logística y estrategia
Durante los primeros diez días trazamos un plan de acción riguroso. Dividimos el litoral en 14 zonas operativas, cada una con un equipo de coordinación, un grupo de voluntarios rotativos y la supervisión directa de nuestros biólogos y técnicos ambientales. El objetivo era cubrir cada zona al menos dos veces por mes, con intervenciones específicas según la problemática detectada.
Además, establecimos tres bases logísticas principales:
- Valencia, como centro director del proyecto.
- Alicante, para gestionar la zona sur y la distribución de material.
- Castellón, para coordinar los tramos más largos y menos urbanizados.
Estos centros nos permitieron almacenar herramientas, clasificar residuos, procesar datos y atender cualquier incidencia en tiempo real. Paralelamente, activamos un sistema de alerta con colaboración ciudadana, donde quien encontrase basura peligrosa, restos de redes o animales enredados podía avisarnos a través de una línea directa disponible las 24 horas.
La participación ciudadana: El motor silencioso del proyecto
Una de las sorpresas más motivadoras fue la increíble respuesta social. En apenas tres semanas, más de 650 voluntarios se unieron a las jornadas de limpieza. Algunos venían una vez por curiosidad; otros se quedaron durante meses, colaborando todos los fines de semana.
Hubo familias enteras, colegios que se desplazaron a las playas en autobús, empresas que organizaron jornadas de voluntariado corporativo, pescadores que se ofrecieron a retirar basura flotante, deportistas que recogían residuos mientras entrenaban, e incluso turistas que, tras descubrir nuestros puestos informativos, cambiaban sus planes de playa para ayudar.
Cada encuentro comenzaba igual: Una explicación de nuestros biólogos sobre cómo recoger y clasificar residuos, qué objetos eran peligrosos para las tortugas y qué elementos podían indicar la presencia potencial de un nido. Después, los voluntarios se organizaban en grupos de trabajo y, acompañados por un responsable, cubrían áreas de varios cientos de metros lineales en cada jornada.
Los hallazgos inesperados
A lo largo de la campaña encontramos objetos que se repetían de manera preocupante: Tapones, fragmentos de redes, plásticos duros, envases de productos industriales y una enorme cantidad de microplásticos. Pero también hubo descubrimientos que impactaron incluso a los más experimentados.
En una playa de El Saler localizamos, parcialmente enterrado, un bloque de gomaespuma industrial del tamaño de una nevera. En otra zona de la costa de Benicàssim encontramos 34 metros de red fantasma enredada en Posidonia. Y en Guardamar retiramos más de 12 kilos de anillas de bebida acumuladas bajo la arena.
Cada hallazgo era una evidencia palpable de por qué nuestras tortugas están en peligro: Nunca dejan de encontrarse con barreras, trampas o materiales tóxicos mientras buscan el lugar adecuado para continuar su ciclo de vida.
Evaluación ambiental y preparación de áreas de desove
Más allá de limpiar, teníamos la responsabilidad científica de asegurar que las playas quedaban preparadas para el desove. Esto implicaba:
- Nivelar zonas alteradas por acumulaciones de basura.
- Analizar la granulometría de la arena para confirmar que era adecuada para la incubación.
- Identificar puntos donde la luz artificial podía interferir con el comportamiento de las hembras.
- Registrar áreas con presencia de posidonia acumulada que pudiera dificultar el acceso desde el mar.
- Revisar cada tramo en horarios nocturnos, especialmente desde junio hasta septiembre.
En algunos municipios colaboramos directamente con técnicos locales para reducir temporalmente la iluminación de paseos marítimos o desviar luces que apuntaban directamente a la línea de playa. Esta medida, aunque sencilla, marca la diferencia entre que una tortuga salga a desovar o que regrese al agua por desorientación.
Resultados: Un impacto tangible y esperanzador
Cuando llegó noviembre y dimos por finalizada la campaña, los resultados superaron todas nuestras expectativas:
- Más de 21 toneladas de basura retiradas, clasificadas y registradas científicamente.
- 87 kilómetros de costa limpiados de manera constante durante seis meses.
- 16 playas con condiciones óptimas para el desove.
- 4 nidos detectados, uno de ellos en un tramo que llevaba más de una década sin actividad.
- Reducción del 32% en los residuos flotantes detectados por pescadores colaboradores.
- Cientos de voluntarios formados en conservación marina.
Pero lo más importante no fueron los datos. Lo realmente valioso fue lo que sentimos durante la liberación de una de las tortuguitas nacidas en septiembre en la playa de El Cabanyal. Cuando esa pequeña cría avanzó torpemente hacia el agua, dejando su rastro en una arena limpia gracias a seis meses de esfuerzo, comprendimos que todo había valido la pena. Esa vida nueva no solo representaba una victoria biológica: Era la prueba tangible de que cuando una comunidad entera se une, el Mediterráneo responde.
Una misión que marcó un antes y un después
La campaña de 2025 no fue solo una limpieza: Fue un ejercicio de compromiso colectivo. Nos enseñó que para que las tortugas mediterráneas recuperen su espacio necesitamos constancia, ciencia, colaboración ciudadana y una planificación seria basada en la realidad del terreno.
Desde aquel 1 de noviembre seguimos trabajando con la misma energía, sabiendo que cada temporada de desove empieza muchos meses antes, con cada gesto, cada voluntario, cada bolsa retirada y cada mirada atenta al mar.
